La convivencia con los Extrovertidos

Tan antigua como la lucha entre el bien y el mal, los malos entendidos y las fricciones entre los Extravertidos (E) y los Introvertidos (I) aparecen en cualquier ámbito del ser humano. Pudiera parecer que tan opuestas preferencias no pueden convivir juntas. En la vida de pareja, en donde supongamos que la bella dama es (E), y para cargarse de energía mental necesita pasar tiempo en el mundo exterior por medio una conducta muy extraña que todos los (E) tienen: El diálogo, mismo que está compuesto por una serie (pareciera interminable para los I) de preguntas y cuestionamientos. Entonces, esta bella dama (E), necesita urgentemente establecer un diálogo con su distinguido esposo (I) que acaba de llegar del trabajo. Ambos tienen una misma necesidad: recargar su energía mental. (E) por medio de hablar, (I) por medio del silencio. Parecería una broma celestial de muy mal gusto. El hablar recarga a (E) pero descarga a (I) y viceversa. Creo que lo que sigue es predecible. (E) acusando a (I) de que nunca la escucha, que no le interesa lo que ella tiene que decir, pero que no fuera el Perro Bermúdez narrando el partido de la selección porque a ese señor sí le pondría más atención. También tenemos a (I) diciendo que necesita su espacio, que no puede manejar tanta información al mismo tiempo, que tantas palabras lo aturden, etc.

Ahora, veamos la misma dinámica en el ambiente de trabajo. Lo mismo una persona (E) conviviendo en el espacio de trabajo con una persona (I). Lunes por la mañana, (I) llega a la oficina temprano y se dispone a comenzar sus tareas del día. Se siente animado y contento porque no hay distracciones. De pronto a lo lejos se escucha un "¡buenos días!" Si, adivinaron, es (E) que también llegó temprano. (E) va directo al escritorio de (I) y le pregunta si vio el partido de la selección, si el Chicharito debería ser titular, si habrá el quinto partido, si el Piojo es mejor que el Chepo, etc. (I) no sabe el por qué, pero comienza a sentirse físicamente incómodo, su respiración aumenta, (I) sabe que algo no está bien, y responde muy cortante de manera monosilábica. (E) interpreta esta actitud como una indisposición a socializar, y enojado se retira del escritorio de (I) jurando que nunca le volverá a dirigir la palabra.

Desde la perspectiva Jungiana las fricciones entre (E) e (I), no solamente son naturales, son necesarios para la integración del ser humano en una Totalidad.

Las preferencias de la personalidad se pueden comparar al cableado y predisposición neuronal de nuestra lateralidad preferente. Es decir, hay personas que nacemos diestras, mientras otras personas nacen con una preferencia zurda. ¿Acaso hay una preferencia mejor que la otra? Está muy claro que no. Simplemente nuestros cerebros se cablearon de diferente manera y prefieren hacer las cosas de distintas maneras.
Ahora, ¿qué pasa cuando un diestro y un zurdo tienen que compartir una mesa pequeña para comer? Hay fricciones normales y naturales por la invasión del espacio de maniobra. Lo mismo ocurre con los (E) y los (I), lo que para uno es un movimiento natural para recargar su energía mental, para el otro es una fuente de descarga de la misma energía.

Si eres (I) y estás conviviendo con (E) en el ámbito de pareja, no te preocupes, elegiste bien. No hay un escenario mejor en la búsqueda de nuestra integración. Ahora, el medio de esta integración siempre será por medio de un buen manejo de conflicto. Aunque este tema lo explicaré en otra ocasión